EL NOMBRE DE VALENCIA
Para conocer porque se llama asi la ciudad, nos debemos remontar al siglo II antes de Cristo. En aquel entonces andaban por aquí de conquista los romanos. Estas eran las tierras que se concedían a los soldados recién licenciados, como premio por sus servicios. “Valentia” significaba tierra de valientes.
Pero Valencia también es, como dice un famoso pasodoble, la tierra de las flores…
EL PUENTE MÁS CARO DEL MUNDO
Se encuentra en esta ciudad. Se trata del puente de las flores, situado al final de la Avenida Mariano Reverte. Era considerado el puente más caro, por el elevado coste que suponía su conservación. Nada menos que 500.000 € anuales, gastados en cambiar todas las flores que lo adornaban, 3 veces al año. Hoy en día se ha recortado bastante el presupuesto.
EL ARCO MÁGICO
Situado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se encuentra el museo de Ciencias Príncipe Felipe. En la entrada Este y en la Oeste hay un gran arco. Si una persona se coloca en un extremo y a 50 m se coloca otra persona en el extremo opuesto, pueden mantener una conversación sin dificultad como si estuvieran una al lado de la otra. Esto es debido a la forma del arco que utilizó el arquitecto, Santiago Calatrava. Las ondas del sonido se canalizan de una parte a la otra permitiendo oírse con nitidez.
LA FACHADA MÁS ESTRECHA DE EUROPA
Situada en la plaza Lope de Vega nº 6, esta casa mide 107 cm de fachada. Existe una más estrecha que mide 1m y se encuentra en Brasil. Esta casa ha sido vivienda, picadero y joyería. A través de una escalera de caracol se ascendía, en cada piso a una estancia. Todo el edificio era de una familia en un piso el comedor en otro un baño en otro la habitación… En los años 80 se unió a la finca colindante. Hoy en día el bajo es un bar.
EL PRIMER RELOJ PÚBLICO
Muchos piensan que es el de Praga que data de 1410 otros que el de la Giralda de Sevilla de 1396 pero en realidad fue el de Valencia en 1378. Mandado a hacer por el obispo y el cabildo de la catedral que contrataron al maestro relojero alemán Juan Alemany. Tenía una esfera grande en la que figurasen las 24 horas del día y una campana, para que resonara en toda la contornada. Fue colocado en el antiguo campanario de la catedral. Este reloj no funcionaba de forma mecánica sino que cada 60 minutos dos hombres lo hacían sonar manualmente. Por desgracia el mecanismo no sobrevivió al paso del tiempo y tuvo que ser sustituido.
LA IGLESIA DE SAN NICOLÁS
En Valencia existe también una pequeña “Capilla Sixtina”. Se trata de la Iglesia de San Nicolás y San Pedro. En este templo se pueden contemplar pinturas muy importantes de estilo barroco, estando catalogada como la superficie de frescos restaurada ¡más grande del mundo!
Las pinturas son creación del maestro Antonio Palomino y de su discípulo Dionis Vidal entre 1690 y 1693. Actualmente lucen espléndidas gracias a un minucioso trabajo de restauración.
El templo está dividido en dos partes. Una mitad cuenta la vida y milagros de San Nicolás y la otra, la historia de San Pedro Mártir, los dos santos a quienes está dedicada la iglesia.
Los lunes la entrada es gratuita pues se llena de fieles que acuden para pedir a San Nicolás todo tipo de favores. Y es que en Valencia reina una tradición que dice que si acudes tres lunes seguidos a rezar a San Nicolás este te concederá lo que le pidas, siempre y cuando no sea algo material.
Por eso lo normal es que la semana arranque con una larga cola de personas que esperan pacientes para rezar ante el santo. Entre ellos muchos estudiantes que se agolpan de manera llamativa en época de exámenes. El resto de la semana, la entrada es de pago.
Si San Nicolás no te ayuda, hay más opciones. Al lado de la puerta de la iglesia encontramos también a San Judas Tadeo, el patrón de los imposibles y de las causas perdidas.
LA HEBILLA QUE SALVÓ A BLASCO IBAÑEZ
El valenciano, Vicente Blasco Ibáñez, estudió derecho, fue un aventurero, polémico escritor, propulsor del naturalismo y del realismo, periodista y político Republicano, anticlerical… Esto le costó verse envuelto en más de un duelo. La mayoría se resolvían con un tiro al aire y listo, pero en uno de ellos su rival disparó a matar, porque había insultado al ejército. La bala dio en la hebilla de su cinturón y esto le salvó la vida. En varias ocasiones se vio obligado a exiliarse a Paris por su carácter de agitador inconformista con las injusticias sociales de la época.
LA COTORRA Y EL PARDAL
Se trata de las veletas del Mercado Central y de la Iglesia de los Santos Juanes.
La veleta del Pardal de Sant Joan se trata de un Águila representación del evangelista San Juan, situada en la cúpula de la iglesia de los Santos Juanes junto al mercado Central. La Cotorra del Mercado, es la otra veleta situada en la cúpula central. Hace alusión a los chismes y cotilleos que siempre han sido habituales en los mercados. Esta es el emblema de lo mundano terrenal, mientras el águila es el emblema de lo espiritual. Dos concepciones de la vida en un mismo espacio o lugar. En los sainetes valencianos del siglo XIX aparecía con frecuencia la Cotorra del Mercat manteniendo un dialogo con el Pardal de Sant Joan. En el que la cotorra le cuenta los últimos chismorreos y curiosidades que escuchaba a los transeúntes.
La leyenda del Pardal de Sant Joan, la describe Blasco Ibañez en su novela: Arroz y tartana. Esta cuenta que los campesinos aragonés bajaban con sus hijos pequeños, a la próspera Valencia, esperando colocarles como aprendices o criados en alguna casa rica, y asi poder ayudar económicamente a la familia o por lo menos deshacerse de una boca a la que alimentar. Si el muchacho lograba trabajo, el campesino volvía contento a casa, pero no era lo habitual asi que recurría a otra forma de deshacerse del niño. El padre se lo llevaba a la plaza del Mercado Central y lo situaba enfrente de la iglesia de los Santos Juanes entonces le señalaba el gran pájaro negro de la torre principal y le decía: Mira ¿ves ese pájaro lo que tiene en el pico? Es una bola de oro macizo. Mírala fijamente, mientras me ocupo de mis asuntos y compro en el mercado, es importante que no te distraigas y no te muevas de aquí, porque dentro de muy poquito dejará caer la bola y quien la coja se podrá quedar con ella y será muy rico. El chico quedaba hipnotizado mirando la bola como le había mandado su padre, el cual se había escabullido entre el gentío abandonándolo, confiando en que algún comerciante o rico burgués se apiadara del chaval. Cuando pasaba el tiempo y el niño se daba cuenta del abandono se ponía a llorar corriendo, buscando por todas partes al padre.
¡Otro que han engañado! Decían los comerciantes del Mercado Central adivinando lo sucedido. Alguno lo tomaba bajo su protección adoptándolo como un hijo dándole amparo, cobijo y comida.
LA LEYENDA DEL DRAGÓN
Contaba Vicente Blasco Ibáñez, en su cuento publicado la mañana del día de Reyes de 1901, una historia (o leyenda) un tanto popular, de un dragón, que pudo haber atemorizado en tiempos remotos a la ciudad de Valencia.
Lo cierto es que hoy en día hay expuestos los restos de una “bestia” en el Colegio del Patriarca, que está situado en la calle de la Nau de la ciudad de Valencia frente a la antigua Universidad Literaria.
Cuando uno pasa por el atrio del Colegio del Patriarca, se encuentra con una estampa que contrasta el terror y el silencio: el terror por la posible veracidad de los hechos acaecidos en tiempos medievales, al visualizar un imponente “cocodrilo” disecado en la pared; y el silencio porque nada más llena la sala que esa bestia disecada y un dicho popular: “si parleu a la pancha vindreu”,(si habláis a la tripa vendréis) frase que dedicaban antaño las madres valencianas a sus hijos con referencia al dragón, para que los niños, estuvieran bien callados durante las celebraciones en la iglesia.
La verdadera historia de esta bestia está en los archivos del Patriarca. Aquí se revela que se trata de un regalo que el Virrey de Perú envió en 1600 a San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquia, quien le puso de nombre “Lepanto”, en recuerdo de la famosa batalla.
Esta bestia, no fue la única, llegó junto con otra. Fueron una pareja, macho y hembra. Podemos ver el macho disecado en el Patriarca y la hembra que desapareció por culpa de la Guerra Civil Española, estuvo durante muchos años en el Real Monasterio de El Puig.
QUEDARSE A LA LUNA DE VALENCIA
Estar o quedarse a la luna de Valencia es sinónimo de estar despistado.
El origen de esta expresión popular viene de la Edad Media, cuando Valencia cerraba las puertas de sus murallas a las 10 de la noche y no volvían abrirse hasta el amanecer, por lo que los despistados que no llegaban a tiempo de cruzarlas se veían obligados a pasar la noche a la intemperie en la calle bajo la luz de la luna.
Según el periodista Vicente Vidal Corella, la expresión vendría por la expulsión de los moriscos de la ciudad. Estos se vieron obligados a pasar varias noches a la luna de Valencia, esperando en la playa la llegada de barcos con destino Túnez, Marruecos o Argelia.