Cualquiera que haya visto el David no tiene necesidad de ver otra cosa de ningún otro escultor vivo o muerto” (Vasari).
Todo empezó con un bloque de mármol de Carrara, al que los canteros llamaban el gigante pues media más de 5 m de largo. Varios escultores habían intentado sacar algo de él sin éxito. Uno de ellos, Agostino di Duccio casi se lo carga haciéndole un gran agujero, así la pieza quedo prácticamente inutilizada hasta que en 1521, la Opera del Duomo le encarga a Miguel Ángel Buonarroti la escultura del David, para ser una de las 12, que decorarían la naciente Catedral de Florencia. El joven escultor de 26 años se pasó meses observando el bloque abandonado entre la maleza del patio de Obras de la catedral para ver que podía hacer.
Miguel Ángel habla en sus escritos de la relación que establecía con el mármol desde la cantera definiendo su trabajo como liberar a la forma que está dentro de él.
“Vi el Ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad.”
Antes de empezar a esculpir, el artista pidió que se levantaran 4 muros alrededor del bloque para protegerlo de la mirada de cotillas y claro con esto consiguió que todos tuvieran más curiosidad por ver la obra. No le gustaba que nadie lo observara mientras trabajaba, bien porque le ponían nervioso o porque quería mantener en secreto su método de tallar. El artista se pasó 4 años esculpiendo la obra y por fin llegó el día de mostrar la pieza. Se derribaron los muros y la gente se quedó estupefacta al contemplarla. Cuentan que para la ocasión las más altas autoridades de la República Florentina habían acudido, entre ellos estaba el gonfaloniere (magistrado municipal de las artes) Piero Soderini, el cual para dárselas de entendido dijo que la proporción de la nariz no era correcta. Migue Ángel, lejos de enfadarse tomo con disimulo algunos fragmentos y polvo de mármol del suelo y subió la escalera con un cincel para corregir la nariz de la estatua. Así comenzó a pretender bajar la nariz: un toque aquí, uno allí y mientras tanto abría ligeramente la mano dejando caer pequeños trozos de mármol y polvo. Convencidos de esa manera que realmente había cincelado la nariz, el gonfaloniere exclamando que la estatua con ese examen había llegado a ser perfecta.
Había nacido lo que sería la obra escultórica más popular de la historia del arte hasta nuestros días.
Un David que por sus dimensiones de más de 5 metros parecía más bien un Goliat. Ya estaba listo para ser llevado a la Catedral de Florencia, pero el resultado impactó tanto a la Opera del Duomo que reunieron a un grupo de personajes ilustres de la ciudad para decidir dónde debían colocarlo. Entre aquellos estaban artistas como Rafael, Leonardo da Vinci, Botticelli y Perugino.
Aquel consejo decidió que el mejor lugar para el David de Miguel Ángel sería la Plaza della Signoria y no la catedral. Y allí estuvo el David hasta 1873, cuando fue trasladado a la Galería de la Academia para evitar su deterioro.
Fue así como la escultura religiosa pronto pasó a tomar connotaciones políticas en referencia con un suceso acontecido en la ciudad. La poderosa familia de los Médicis, que gobernaba hasta esos momentos, había sido expulsada. Florencia se había convertido así en una república. La imagen del David representaría de forma simbólica a Florencia que había conseguido vencer al poderoso gigante Goliat que serían los Médicis. La victoria del hombre virtuoso sobre el tirano.
El David se convertiría a partir de entonces en un recordatorio para los gobernantes de que deberían proteger a la ciudad de la injusticia al igual que lo había hecho el rey David. La obra situada en la plaza mirando hacia Roma tenía un claro mensaje a los Estados Pontificios y al poder papal situado allí. El pueblo de Florencia había derrotado a su opresor y miraba desafiante al mayor poder de Italia.
La escultura se convirtió en el ideal de la belleza masculina. La estatua muestra un joven con los músculos en tensión preparado para combatir, su cuerpo girado ligeramente (contraposto), el ceño fruncido y con sus ojos fijos en su objetivo. Destaca el detalle con el que Miguel Ángel realizó la escultura, con un realismo increíble muestra los músculos, las venas, las uñas… Por ello hay una leyenda que cuenta que una vez terminada la estatua Miguel Ángel habría incluso dudado de que el David pudiese cobrar vida de verdad. Y que golpeó la rodilla de la estatua con un martillo preguntándole ‘’ ¿por qué no me hablas?’’
La novedad de esta escultura es que fue creada para poder ser contemplada desde diferentes ángulos, toda una hazaña para la época en la que las figuras eran realizadas para ser vistas sólo de frente.
En una escultura tan perfecta aparecen de forma intencionada dos partes desproporcionadamente grandes: La cabeza y las manos. Con esto Miguel Ángel simboliza la mente que es lo que nos diferencia como humanos, el intelecto es nuestro mayor poder. Sólo gracias a esto David consigue vencer a Goliat. Y las manos son nuestro instrumento para dar acción a nuestro intelecto. David con su ingenio consigue descifrar como derrotar al gigante pero necesita sus manos para ejecutar sus ideas. En la Edad Media se decía “manu fortis” (mano fuerte) a un hombre de poder.
Otra cuestión, la suscitó el desnudo, aunque en esa época había cierta libertad artística que permitía el desnudo en el arte religioso. Miguel Ángel no quiso ponerle ropa al David, porque para él, la desnudez representaba la armonía del hombre con la naturaleza.
Así pues llegamos a otra parte también desproporcionada de la escultura, pero que a diferencia de la cabeza o de las manos la desproporción es por ser de tamaño pequeño, me refiero al pene, la parte más controvertida de la escultura. En la obra original hecha por Miguel Ángel, David exhibe un pene pequeño en comparación con el tamaño de su cuerpo. Se trata del tamaño ideal de armonía que simboliza la virtud, la superioridad espiritual y la belleza del héroe. David, según la biblia, era judío y por lo tanto tenía que estar circuncidado, pero en la escultura no lo está ya que en el renacimiento la visión estaba más ligada a representar los cánones de belleza que a la religión.
Esta parte, impúdica para algunos, no siempre estuvo a la vista. En alguna época estuvo cubierta por una hoja de parra. Esta hoja es la planta con la que Adán y Eva se taparon después de morder la manzana. Hasta ese momento parece que no se habían dado cuenta de que iban desnudos… La dichosa hoja floreció o se marchitó según fuera de permisiva la moral prevaleciente en cada época. Pasó a ser simbólica para la iglesia cristiana de los primeros tiempos en su afán de remarcar el vínculo entre sexo, desnudez y pecado. El objetivo de las hojas de parra causo el efecto contrario al deseado por la iglesia ya que esto atraía más la atención hacia esas partes. Las magníficas estatuas creadas en el pasado (griegas…) eran vergonzantes y había que mutilar el ofensivo miembro. Los cuadros que la iglesia autorizaba con desnudos sólo podían ser como excusa para reforzar el mensaje de pecado y condenación. Se permitían con la condición de que se mostrara la desnudez como pecaminosa, horrible y diabólica.
Hasta que llegó Miguel Ángel y cambió las reglas con su monumental escultura del David desnudo resultaba casi blasfemo. En mayo de 1504, 40 hombres cargaron la escultura de piedra. Era tan grande que tuvieron que ampliar algunas calles. Una multitud se agolpo para ver la obra y sus caras pasaron de la admiración al horror al ver que estaba desnudo y empezaron a apedrearlo. Miguel Ángel había pretendido reflejar la belleza interna a través de la externa. La obra conmocionó de tal forma a los florentinos, que la partes íntimas del David no fueron cubiertas con una hoja de parra sino con todo un racimo.
Ahora vayamos al siglo XIX en Inglaterra, estamos en plena era victoriana, la época más mojigata de la historia, en la que hasta se cubrían las patas de los pianos de cola porque se consideraban indecoroso mostrar las piernas. Puestos en este contexto entenderemos mejor la cara que se le debió de quedar a la reina victoria cuando vio por primera vez el famoso David. Una mezcla entre sorpresa y horror.
El director del museo, para no disgustar a la monarca en futuras visitas, mandó realizar una hoja de parra de considerables proporciones que cubriera salva sea la parte. Esta hoja de más de 1 metro de alto se colocaba con dos ganchos estratégicamente puestos para colgar la hoja rápidamente si era necesario.
Cuando estuve en Florencia, lo que más me impresionó, fue la estatua del David de Miguel Ángel.
Espero volver pronto a Florencia.
Magnifico Post, muy bien documentado.
Gracias Olga.